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"El paisaje cercano lo consolaba tanto como a otros les consuela la religión o la música". Robert Macfarlane, The Old Ways

lunes, 22 de junio de 2009

TURBÓN (relato de una ascensión en junio de 2009)

El fin de semana del 13 y 14 de junio fuimos al Turbón, monte característico de la Ribagorza, Carlos, Jacinto y José Vicente (“los mayores”), y “las pequeñas” -Celia (12 años), Marina (11) y Violeta (8).
Fue una salida que se fue complicando conforme pasaban las horas. Hacía mucho calor. Después de parar a comer en el “Cotiella” de Campo, tomamos la carretera hacia La Vilas del Turbón, pasamos Ejea y seguimos hacia Serrate. Violeta se había mareado algo en el viaje, tuvimos que parar una vez en el congosto de Olvena.
Dejé la Partner al comienzo de la pista de la Plana. Trasladamos toda la carga al Kangoo de Carlos y nos montamos todos (los 6). Pero no pudimos pasar de los 1500 metros de altitud, por una mezcla de la mala y muy empinada pista y poco motor de la Kangoo, junto con el calor.
Fue un palo. Quedaban 500 metros de desnivel hasta la Plana y su refugio. Eran las 4 de la tarde y había una pesada y voluminosa carga que portear, y no sabíamos cómo lo llevarían las niñas.
Decidimos transportar todo lo que pudiéramos, sacos de dormir, comida, botas, ropa, y emprendimos camino arriba. Pronto tuve que cargar con la mochila de Marina también, y la de Violeta. Fuimos ascendiendo las sucesivas rampas de la pista, alcanzando la base de los ciclópeos paredones meridionales del Turbón. Menos mal que había algunas alegrías florísticas para la vista: Campanula speciosa, Borderea pyrenaica, Crepis pygmaea, Rhamnus alpina, Lonicera pyrenaica, Nepeta nepetella. Cuatro linos perennes estaban en flor algo más abajo: Linum campanulatum (amarillo), L. narbonense (azul), L. viscosum (rosa), L. tenuifolium (blanco).
Violeta se fue quedando atrás, con Carlos y Celia. Carlos no iba fino. Las chovas graznaban en el aire quieto y pesado, ardiente. Pasados los 1900 metros y cuando ya se nos pegaba la lengua al paladar apareció como un milagro la fuente de la Pedreña, y tan fresca estaba el agua que brotaba que nos hizo revivir a todos. Violeta llegó corriendo con Marina los últimos metros que las separaban del refugio de la Plana, para ella (y para todos) sinónimo de seguridad y de que el suplicio de aquella tarde calurosa había acabado. Eran las 6 y pico de la tarde.
Primero pensé que podríamos dormir bien en el refugio, pero no había colchonetas. La hierba de la plana estaba mullida, vale, pero decidí volver al coche a por las colchonetas, almohadas, hinchador y tienda de campaña.
Bajé muy ligero, me costó 45 minutos, con paradas para hacer algunas fotos, de Onosma tricerosperma subsp. alpicola (=O. bubanii) y Carex brevicollis. El calor empezaba a aflojar.
Cargué las cosas y subí hacia la Plana otra vez (y fueron 1500 m de desnivel acumulado), me lo tomé como un entrenamiento físico, y llegué en una hora justa, cerca de las 9 de la noche. Las nenas vinieron a mi encuentro.
Montamos la verde tienda en el prado verde, es de ésas que en 2 segundos están listas, hinchamos las colchonetas, encendimos la lumbre, cenamos, ...
Había relámpagos en lontananza, el cielo se había ido ensuciando conforme fue avanzando la tarde. Cada vez iluminaban más cerca, aunque no se oían truenos. Desde la posición privilegiada de la Plana se domina mucho terreno, y se divisaban varios focos tormentosos más o menos lejanos.
Carlos estaba definitivamente malo. Había vomitado varias veces, estaba tumbado, callado, pero no por eso dejaba de fumar. Habíamos pasado mucho calor por la tarde, pero por la noche se agradecía el fuego del hogaril. Llovía a ratos, no mucho, pero lo suficiente como para no intentar dormir al raso, mi segunda intención (la primera, dormir en la tienda con mis hijas). Me eché la colchoneta junto al hogar y no tardé en quedarme dormido, arrullado por las rachas de viento y los suaves ronquidos de Jacinto.
Pero a las 3 de la mañana me desperté, di unas cuantas vueltas y, cuando estaba a punto de volver a quedarme dormido, me sorprendió la luz de una linterna de alguien que entra, era Celia y me dice que Violeta había vomitado y manchado todo, uffff, vaya palo. Me tragué el sueño y el cansancio y limpié todo como pude. Violeta parecía mareada, no estaba bien; Marina tuvo que cambiarse de pijama. Las dejé acostadas y regresé al refugio. Chispeaba y en la distancia destacaban las luces de los pueblos cercanos, hasta Graus por el sur.
A las 4 y pico, vuelta a lo mismo, Marina viene y me dice que Viole ha vomitado otra vez. Le habrán sentado mal las malditas salchichas de Frankfurt que se ha tomado para cenar. Viene con saco y colchoneta al refugio y se acuesta junto a mí. Pronto se queda dormida. Yo, por supuesto, no consigo ya conciliar un sueño en condiciones.
Antes de las 8 nos vamos levantando. Llueve, lleva lloviendo desde hace un par de horas. Pero el cielo no está cerrado del todo y decidimos salir hacia el pico.
Desayunamos y, a las 9 y poco salimos hacia el Castillo del Turbón (2.492 m). Carlos no viene, no se ha recuperado del mal temple y yo convenzo a Violeta para que venga con nosotros, aunque veo que no está bien del todo. Cogemos agua para la subida, en uno de los caños de tubo negro que alimentan un abrevadero. Violeta sostiene sonriendo su cantimplora.
Mientras andamos por el pasto todo va bien, todo parece ir bien. Flores, Onosma bubanii, Polygala alpestris, Gentiana verna, Androsace villosa, Oxytropis foucaudii, Daphne cneorum, Ranunculus bulbosus. La altiva mole del Turbón sobre nosotros.
Una manada de sarrios corre monte arriba, se divide, le digo a Violeta: “¡Sarrios, Viole, sarrios, qué suerte!”, para animarla, y me acuerdo de mi padre en Barleto, cuando los vio por primera y única vez a los 75 años.
Marina sube ágil, Jacinto y Celia la siguen a paso regular. Violeta parece resucitar durante 5 o 10 minutos, se pone delante bien tiesa con su palo rojo, pero dura poco. “Papá, estoy petada”. Estaba mareada, no se le había pasado el mal cuerpo de la noche anterior. La cogí de la mano y la fui subiendo hacia arriba, sintiéndome algo culpable por no saber renunciar al pico. Gleras, piedras por millones, caliza. Borderea pyrenaica, Antennaria dioica, Veronica aragonensis.
La pobre Violeta quería irse con su mami, pobrecita, la convencí de seguir, sabía que no quedaba mucho para llegar arriba, a los 2350 m vomitó otra vez, y después se encontró un poco mejor y seguimos hacia la cumbre, de la mano. Hay antenas y placas solares y baterías allí ahora, en la antecima. Llegamos a las 11:10 h. Era mi quinta vez en esa cima, creo, la última hacía más de diez años.
Se veían cortinas de lluvia cercanas, hacía viento. Precioso, impresionante, el circo de San Adrián. Y Cotiella, Punta Suelza, Posets, Maladetas, Aneto, Besiberris, Gallinero, Sis, hasta la Carrodilla y Guara, con la sierra Ferrera que cerraba la panorámica de 360º. Aethionema marginatum y Brassica repanda subsp. turbonis junto a las botas. Fotos. Violeta da traguitos a una lata de isotónica que había guardado para la cumbre. Marina está fresca como una rosa. Celia y Jacinto comen, beben.
Iniciamos el descenso sin mucha demora. Hay unas cuantas rosetas de Ramonda myconi, la oreja de oso, bajo la cumbre, a 2455 m de altitud, nuevo record (mundial, que se sepa) de altitud para la especie, antes “reportada” a 2360 m.
Bajé literalmente a Violeta del pico, va muy insegura en este terreno tan inestable de la pedrera occidental. Marina cada vez está más abajo y se pierde de vista.
La Linaria de la pedrera me desorienta. Tiene aspecto de L. bubanii, pero las flores algo más grandes. Debería haber cogido muestras, pero seguro que José Antonio Sesé lo hizo hace unos años cuando estudió la flora del Turbón.
Llegamos, por fin, al pasto. Le pregunto a Violeta si quiere tocar nieve, hay un nevero residual, y junto a él, en la hierba parda, el muy escaso Bulbocodium vernum. Justo cuando le tiro unas fotos se pone a llover.
Últimos metros hasta el refugio. Marina está ensayando el pino para la fiesta de fin de curso. Hay gente que ha llegado en todoterreno a comer, son las 13 horas. Recogemos las cosas del refugio y comemos en la hierba, algo desperdigados, ha vuelto a salir el sol.
Le pedimos al conductor de uno de los vehículos, que está a punto de marcharse, si nos hace el favor de bajar equipaje y a Carlos y Violeta hasta la Kangoo que tenemos a mitad de pista, accede. Menos mal. Nos evitaremos el mal rollo de bajar la pista cargados como mulas.
Nos cuesta un rato plegar la tienda Quechua, hacemos unas cuantas comedias con Jacinto y Celia y Marina leyendo las instrucciones. Al final la tumbamos contra el tatami verde y le hacemos un “ipon”.
Partimos hacia abajo con relajo, hay calmota en la tarde, regresamos al horno en que se ha convertido esta tierra a finales de primavera (miedo da el verano).

5 comentarios:

  1. Excelente, como todos tus relatos. Nos haces vivir esos momentos como si también hubiéramos estado allí.

    Saludos

    Manolo

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  2. GRACIAS VICENTE

    Muy de humanas y "NIÑAS flores" esta vez tu relato. Bien bordado en lo d-escrito, como siempre.

    No dejes de seguir ahí y así para nosotros, para todos. Y FEMENINA naturaleza y NIÑA montaña en vivo, por supuesto, nos nos falte junto a ti.

    HASTA*AHORA

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  3. ....y en medio de tus problemas en el recorrido..., sigues controlando plantas y flores...que no me lea nadie.. (eres la hostia botanica)... no me ha leido nadie. Gracias Josevicente.

    Josemaría

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  4. "¿Cómo si dulce quisieras arrojar en regalo tu flor personal y medio-esconder la mano (más diulce aún) del público-blog?"
    Te leo, y te "loo" si es menester, cómo no y por qué no, Jose Mari.
    Soy nadie -lógicamente- luego te leo.

    GRACIAS también a ti por estar ahí (AQUÍ)*

    BUENAS NOCHES, AMIGO

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  5. Buscando información para hacer el Turbón este finde he dado con este blog que a partir de ahora pasa a mis favoritos. Sencillo-intenso. Una delicia.

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