Hoy hacía casi calor, otro día primaveral en este invierno raro. He pasado la mañana en el Monte Gil de Selgua, cerca de Monzón
11:30 h. Un rebaño con cientos de ovejas y algunas cabras atraviesa el espartal de albardín. Marchan decididas hacia el oeste
No quieren esta hierba seca, pastarán mejor en algún campo arrendado de alfalfa
Polvo, balidos, ruido de esquilas, ladridos de los perros
El pastor camina al frente, decidido
Pasan por el borde del risco bajo el que me encuentro
Y algunas aún mordisquean lo que pueden, al paso
Para lo torpes que parecen, saltan con gracia
El rebaño pasa por delante de mí rápidamente
Las últimas, casi
Una breve mirada hacia atrás del pastor para inspeccionar la cola del rebaño
El rebaño inicia la bajada del cerro
Quedan dos ejemplares rezagados
Que no pueden evitar darse de tozadas
En cuestión de pocos minutos el rebaño se aleja, abriéndose paso entre los campos de regadío
Y yo me vuelvo hacia la rocas, donde quedan testimonios de ocupación humana desde el Neolítico, hasta que el Monte Gil fuera abandonado a raíz de una epidemia de peste negra en el siglo XIV
Formas de erosión en las areniscas
Taffoni y alvéolos producidos por diversos tipos de erosión
Litonero o almez (Celtis australis)
Las areniscas del Monte Gil
Con enorme variedad de formas producidas por la erosión
Canto de conglomerado transportado hasta aquí seguramente por antiguos pobladores desde el río Cinca, distante unos 5 km
Escalinata del castillo feudal del Monte Gil, del que apenas quedan restos
Panales de abeja, alvéolos y taffoni
Cigüeñas anidando junto al Monte Gil en una torre eléctrica levantada hace ya más de 20 años y que nunca fue puesta en servicio, de una línea eléctrica que se desestimó por la oposición popular, pero sobre todo porque en al final Francia no firmó el acuerdo. Últimamente ha habido intenciones de volver sobre el tema, y vuelve a haber oposición al proyecto.