Ese día (¡ay!) me olvidé la cámara fotográfica y eso fue una experiencia (casi) nueva para mí..
Trichodroma muraria
Fuente: Pinterest
Trichodroma muraria
Fuente: Pinterest
Con el ojo desnudo percibí la montaña de forma más intensa, concentrada, menos efímera. En una canal umbría al pie de Sabocos, mientras comía a 2200 m de altitud, tuve un encuentro impagable con una pareja de treparriscos (Trichodroma muraria), durante largo rato.
¡Qué pájaro más hermoso! Perfectamente adaptado a buscar insectos entre los resquicios de las rocas verticales, con su vuelo de mariposa emplumada y su reclamo discreto.
Mientras yo mordisqueaba mis viandas a la sombra de las peñas, los dos treparriscos iban y venían, y en un par de ocasiones uno de ellos se posó brevemente, ignorándome, a solo un par de metros de mí. Parecía que necesitaban moverse constantemente, pero no; en cierto momento la pareja se posó en una oquedad a la sombra y luego uno de ellos se fue para no regresar; mientras el otro se quedaba, discreto, casi inmóvil, gris, apenas perceptible si no lo hubiera visto posarse antes. Y allí seguía cuando me marché ladera arriba al cabo de un rato.
Después ascendí al pie mismo de los grandes acantilados y me maravillé de cómo las estaciones retrocedían, vi primero Ranunculus alpestris en fruto, más arriba en flor y finalmente solo con botones florales, junto a los sorprendentes, en medio de la canícula, neveros residuales, con banda sonora de los graznidos de las chovas. Un viaje atrás en el tiempo, semanas en cuestión de minutos.
Ranunculus alpestris
Cuando tomé el telecabina de vuelta, el choque fue aún más fuerte; aunque previsible. Pasé esta vez con cierto disgusto de la calma, el frescor y los amplios horizontes de las alturas a la frondosidad, el calor y el turisteo del fondo del valle.
Yo también fui un turista, al fin y al cabo, un intruso.
Queremos llegar cuanto antes a nuestros objetivos, sin fallar, y regresar también deprisa, y llevarnos por supuesto en formato digital imágenes de paisajes, plantas, animales y estampas familiares que arrancamos a la montaña. Las miramos durante un instante en los visores de nuestras cámaras, y el recuerdo que nos queda suele ser solamente el visual, el de la pantalla del ordenador. Desperdiciamos la oportunidad de la mirada atenta, curiosa, indagadora, que conecta y contrasta con ideas y recuerdos y nos permite, por supuesto si queremos, hacernos preguntas e intentar buscar respuestas.
Qué afortunado fui por haberme olvidado ese día la cámara y haber podido mirar a los treparriscos y a la montaña sin nada más que mis ojos.