
Beber, beber, recuperar. Habían pasado unos minutos ya desde la llegada a meta. En la foto, con mi hija Marina

Con Marina, los tres maratonianos de Monzón que pudimos reencontrarnos entre la muchedumbre (Marcos, Fernando y José Vicente). Hacía fresco, por no decir frío. Menos mal que pude cambiarme y ponerme ropa seca.

Ambientazo tras la llegada.
La primera maratón deja una huella indeleble. Una vez cruzada la línea de meta, tras los 42 km 195 m de rigor, te dices: "¡¡¡Lo he conseguido!!!, intentando asimilar todavía lo que acabas de hacer.
Te invade una mezcla de euforia, incredulidad y abatimiento físico.
Al día siguiente, agujetas bestiales en los muslos, que me hacían parecer un viejo cuando bajaba las escaleras. El martes algo menos, el miércoles ya salí a correr 45', y el jueves 1 h.
Los pies ya se han descansado, aunque tengo dos uñas negras, "repes" una en cada pie.
Lo mejor de todo, el cariño de la gente que te pregunta por la carrera como si hubieras hecho una gran gesta. Y tú lo agradeces y piensas: "Ahora saldré a correr cuando me apetezca, y se acabaron por una temporada las tiradas largas de 20-25-30 km".