La carte de randonnées del valle de Espingo
Salix herbacea. 2700 m
Phyteuma hemisphaericum. Cima del Spijoles, 3.067 m
Cuatro plantas en poco trozo: Mucizonia sedoides, Sedum alpestre, Cardamine alpina, Murbeckiella pinnatifida. 2.900 m
Spijoles. Poa cenisia a 2.900 m. Al fondo, el Perdiguero.
Lluvia durante el descenso del pico
Lac Gelé, Seilh y Cap de la Bacque
Miguel y Toño
Una maravilla el panorama desde la cima del Spijoles
Cumbre del Spijoles (3.067 m)
El "aseado" camino al refugio de Espingo, 1.800 m
Cresta del Spijoles desde el refugio de Espingo
El Spijoles desde unos 2.600 m
Saxifraga aquatica. 1.800 m
Réfuge (1.967 m) et lac d'Espingo
Refugio de Espingo al atardecer del 18 de agosto
Lac Saussat (1.950 m), después de la lluvia
Caballos pastando junto al lac Saussat
Hayedo sobre el lac d'Oô
Gymnocarpium dryopteris. 1.400 m
Allium ericetorum junto al Relais du lac d'Oô
Parterre en el Relais du lac d'Oô
Paredón con variedad de colorido. Vallée d'Espingo, 1.250 m
Nivellement général. Un tornillo clavado en una roca marcando la altitud al centímetro
Paradita para echar un trago fresco junto al lac d'Oô. 19 de agosto
Ahí va el relato de la salida:
El Spijoles por el Valle de Espingo. 17-19 de agosto de 2009.
Llevo un verano de levantarme tarde, pero hoy toca salir a la montaña, a sí que muevo antes que otros días. Ultimo los preparativos, compruebo otra vez si llevo suficiente comida y la ropa necesaria, y que no falten la cámara de fotos, ni la gorra, las botas y los calcetines, o la crema de protección solar. Me ducho y me afeito, desayuno y me cepillo los dientes.
Salimos el 17 a las 9 de la mañana. Aparece ante la puerta de casa Carlos con su Chrysler de gángster y después pasamos a recoger a Toño, que lleva vendado un tobillo. Tomamos rumbo a Graus, y allí pasamos todo el equipaje a la Kangoo de Miguel. José Peyron completa el quinteto. Un grupo variopinto, heterogéneo, de personajes peculiares. Toño ya había vaticinado lo mucho que nos íbamos a reír.
Vamos hasta el valle de Arán por el congosto de Obarra y el puerto de Bonansa. Ya se respira mejor. Alta Ribagorza, puerto de Viella, el túnel. Alguien sugiere desayunar en el parador de Viella. Amplitud, lujo, piscina de anuncio mirando a los verdes montes. Nadie bañándose, aunque sí tomando el sol, el agua debe de estar helada. Blusas y trajes planchados. Llegamos hasta Bossost y allí giramos bruscamente a la izquierda y comenzamos la ascensión al Portillón de Bossost y posterior descenso hasta Bagnères de Luchon. Hay algo de tráfico. La villa de Bagnères luce señorial y rebosa llena de turistas, que a la hora en que la cruzamos ya se afanan en buscar sitio para comer. Miguel sale a comprar un mapa de randonnées y a enterarse del horario de las termas, ya que se baraja la posibilidad de disfrutarlas el último día.
Nos perdemos a la salida de Luchon hacia el col de Peyresourde, aunque a la segunda acertamos. Oportunidad para echar un ojo a la calle principal, sus edificaciones y el ambiente. Pasado Saint Aventin tomamos hacia el pueblecito de Oô, que no sé si significará lo mismo que Eau, puestos a elucubrar, ya que en el grupo hay interés por las etimologías, aunque de ésta no hablamos.
Llegamos a las Granges d’Astau. Hace calor y el aparcamiento está lleno de coches. Sale uno y cogemos sitio a la sombra. Comemos allí mismo; en mi caso, pisto que me he llevado en un bote, queso, un lamín de postre y una lata de cerveza todavía fresca.
Cargamos las mochilas a cuestas e iniciamos la marcha. Hay procesión de gente que se encamina al lago de Oô. Junto al camino hay una capilla dedicada no sé si a Saint Christophe, con un jugoso mensaje pintado con esmero sobre el encalado a los dos lados de la puerta, en occitano y en francés. Dice más o menos así, para quien quiera sentirse aludido: “Si vous êtes un croyant, faites une prière; si non, respectez ce lieu. Et si vous êtes un âne, écrivez ici votre nom pour que chacun qui passe voit que vous êtes passé par ici”. El caso es que la fachada sigue limpia, con su santo pintado y los mensajes disuasorios solamente.
El camino hasta el lago de Oô va ganando altura a través del hayedo-abetal. Muchísima gente, bastante variada. Admiramos un paredón rocoso de colores azufrados y herrumbrosos, con musgos y helechos al pie, y presencia de grasilla en las zonas de goteo, y también Saxifraga clusii. En el bosque no se ve ni un solo boj, pero sí saúco rojo, algún pino albar, Lonicera xylosteum, arándano, helechos, fuentes, Angelica sylvestris, Saxifraga umbrosa, algún Quercus petraea, Hesperis matronalis aún con flor. Ruido de cascadas.
Paramos en el amable refugio “buvette” del lac d’Oô (1.527 m). Lago represado, hay una central hidroeléctrica más abajo. Hasta ese punto suben los suministros con un quad que está aparcado allí mismo, con un bidón de cerveza amarrado. Junto a la casa, un pequeño macizo de flores cultivadas, en el que predominan vistosas “malas hierbas” (Agrostemma githago, Centaurea cyanus, Cosmos bipinnatus). El pico Quaïrat está a la vista. A partir de este punto empiezan las cuestas más en serio y se ve mucha menos gente. Abunda Allium ericetorum entre la brecina, gayuba y arándanos. El hayedo en ladera inclinada sobre el lago, con abedul, es una maravilla, y una alta cascada se derrama al fondo proveniente de los lagos del circo de Espingo.
Plantas anotadas en este tramo (1500-1900 m): Athyrium filix-foemina, Serratula tinctoria, Gymnocarpium dryopteris, Blechnum spicant, Aconitum napellus, Aconitum vulparia, Cirsium palustre, Cirsium rivulare, Cicerbita plumieri, Calamagrostis arundinacea, Filipendula ulmaria, , Crepis paludosa, Succisa pratensis, Lilium pyrenaicum (en fruto), Convallaria majalis (hojas), Carduus carlinifolius, Scabiosa cinerea, Lathyrus laevigatus, Vicia orobus, Salix pyrenaica, Myrrhis odorata, Angelica razulii, Pimpinella major, Molinia caerulea. Comienza el pinar de pino negro con rododendro y arándano. Hacia los 1.800 m, junto a un torrente, viven Saxifraga aquatica, que todavía está en flor, lo mismo que Filipendula ulmaria, Crepis paludosa y Saxifraga stellaris. También se encuentra entre las piedras la crasulácea Rhodiola rosea (en fruto), frecuente hasta los 2.200 m en matorrales subalpinos, entre peñascos silíceos y junto a los torrentes. Ni rastro de Campanula glomerata en todo el camino, me habría gustado coger unas muestras para compararlas con las que he ido recolectando este verano en el Prepirineo y Pirineo españoles, y puntos del País Vasco, algunos junto al mar.
Me lleno la boca de arándanos y frambuesas esperando que Carlos vaya subiendo, al final tiene mal temple. José va jaleándolo y poco a poco nos acercamos al collado. Miguel y Toño ya deben de haber llegado hace rato. El camino está bien pavimentado, un auténtico camino de herradura con losas planas bien colocadas y curvas bien perfiladas, agradable de andar.
Llegamos por fin al refugio de Espingo (1.967 m), muy bien colocado sobre el lac d’Espingo (1.893 m) y cerca de lac Saussat (1.950 m). Son las 19:30 h. Todos se ponen a cenar, incluido Carlos que ya ha recuperado el (buen) temple. Yo tiro de las vituallas que me he subido a las espaldas, ya que los refugios de montaña no suelen tener buenos menús para vegetarianos.
El circo de Espingo es muy hermoso, cerrado a oriente por los picos de Quaïrat y Lézat, en medio está la Tusse de Montarqué y, a la derecha de un collado, nuestro objetivo del día siguiente, el Spijoles (3.067 m) con sus murallones, rematado por el Belloc, otro tresmil. Las cotas bajan hacia occidente. Al fondo, a la izquierda, por detrás del Lézat, asoma la mole del Perdiguero.
Después de la cena, todo el mundo se pone a gozar del paisaje, en solitario o en compañía. Menos el “gardien”, más prosaico, que se dedica a cobrar la cuenta a los que dejarán el refugio a la mañana siguiente. También hay quien se pone a echar una partida de juegos de mesa. El guarda, un tipo algo canoso, de ojos azules y cara de niño, que habla español, según dice, porque estuvo tres años trabajando en el refugio del Aconcagua, nos advierte que hay previsto riesgo de lluvia para el día siguiente, se ve que suele llover casi todas las tardes, a veces durante varias horas. Y no se equivocará.
Amanece despejado y ventoso el 18, martes. He dormido razonablemente bien, gracias sobre todo a la pastillica que me pasó Toño, que lo tiene bien claro a la hora de dormir en los refugios. Siempre ocurre que hay algún roncador, o alguien con pesadillas, o hace calor. Alguna de las tres cosas, o todas juntas, no falla.
Partimos cara arriba a las 8 de la mañana, no es que sea un madrugón, tampoco hace falta, pues volveremos a dormir en el mismo refugio a la noche siguiente. Carlos se queda, prefiere algo más relajado que estar andando 8 o 9 horas. Los caballos pastan junto al lac Saussat. Por allí se ven unas matas en flor del brezo en cruz (Erica tetralix), indicador de suelos higroturbosos ácidos, en medio de la mucho más abundante brecina (Calluna vulgaris). También hay Juncus bulbosus. José, con el tendón de Aquiles tocado, llega sólo hasta la Coume d’Aubesque (2.170 m), donde se separan los caminos del Portillon d’Oô y el Spijoles, cuyos farallones graníticos se yerguen en lo alto, muy arriba.
Ascendemos los tres, Miguel, Toño y yo, entre graderíos rocosos, pastos de Festuca eskia y matorrales subalpinos. Quedan pocas flores a estas alturas del verano; además, ovejas y sarrios van despuntando la hierba. Voy recolectando algunas plantas, Poa minor (creo), a 2.500 m, y una Festuca que todavía tengo que estudiar. Campanula scheuchzeri es casi la única nota de color. No hay sorpresas botánicas: un poco lo de siempre.
Entramos en zona de bloques y roquedos pulidos por la acción de glaciares pretéritos. Consigo fotografiar un acentor alpino que se acerca lo bastante. Quedan algunos neveros y un lago “gelé” con bastante hielo flotante todavía, a unos 2.800 m de altitud. Nos adelanta una pareja de vascos, chico y chica, que van ligeros, justo antes de una de las dos chimeneas fáciles que hay que salvar antes de ganar la cumbre. Llegamos sin problemas a la cima después de unas 4 horas y media. No es un tresmil demasiado visitado. Sin embargo, el panorama es superior, sublime: enfrente, el Gourgs Blancs con su satélite Jean Arlaud, y el Gourdon, el Seilh y Cap de la Bacque, con sus manchas residuales de hielo sucio y agrietado; los picos del Portillon d’Oô, Perdiguero, Royo, Punta Lliterola, Crabioules, Lézat y Quaïrat. Detrás del Gourgs Blancs aún asoma el Posets, y por el puerto de Oô algunos picos del valle de Estós, como Bardamina e Ixea. Al fondo, al sur, se ve lejano el Cotiella, tan irreal nos parece como el calor que quedó atrás en España. Al oeste, Bachimala y Culfreda. En la distancia, Néouvielle, Midi de Bigorre, Vignemale. Y cuencas lacustres rellenas de azul, Caillauas, Isclots, Milieu, Saussat, Gelé. Un helicóptero no cesa de zumbar en el aire de aquí para allá, al parecer haciendo un rescate, o simulacro.
El cielo se va cubriendo y hay cierta prisa por descender. Sin embargo, yo me demoro anotando las plantas de la cumbre, donde busco en vano la minúscula Draba fladnizensis, que encontré hace años en cumbres cercanas, el Seilh y el Royo-Lliterola. Éstas son las 20 especies que vi, entre bloques de esquisto y granito: Ranunculus glacialis, Poa laxa (abundante), Poa alpina, Luzula hispanica, Linaria alpina, Saxifraga bryoides, S. pubescens iratiana, S. moschata, Sedum alpestre, Armeria bubanii, Leucanthemopsis alpina, Erigeron uniflorus, Phyteuma hemisphaericum, Cardamine bellidifolia alpina (abundante), Minuartia sedoides, Festuca cf. glacialis, Silene acaulis, Cerastium alpinum, Carex curvula, Agrostis rupestris.
Y entre 2.990 m y 3.050 m: Draba carinthiaca, Thymus cf. nervosus, dos especies de Alchemilla, una de lámina foliar muy hendida y plateada por debajo y la otra menos hendida y algo glauca, Cerastium alpinum, Gentiana alpina, Trifolium alpinum (a 3.020 m, récord de altitud para este trébol en el Pirineo, pues en el aragonés ha sido observado “sólo” hasta 2.850 m y en el catalán a 2.800 m), Juniperus communis subsp. alpina, Euphrasia minima (flor blanca), Polystichum lonchitis, Potentilla nivalis, Veronica alpina, Sibbaldia procumbens, Arenaria moehringioides, Dryopteris cf. expansa, Doronicum grandiflorum (la planta más vistosa a esta altitud), Carex curvula y Carex parviflora.
Entre 2.900 y 3.000 m (cara sur): Poa cenisia (abundante), Luzula alpinopilosa, Mucizonia sedoides, Sedum alpestre, Geum montanum, Carex pyrenaica, Omalotheca supina, Murbeckiella pinnatifida, Euphrasia minima (amarilla), Pedicularis kerneri, Selinum pyrenaeum (forma enana), Primula integrifolia, Armeria alpina, Epilobium anagallidifolium. Carex sempervirens sube hasta 2.850 m, y el helecho Athyrium distentofolium también llega bastante arriba.
En la cumbre y parte del descenso se nos unió un tipo grotesco, en calzones y sombrero de paja, interesado sólo en narrar sus hazañas montañeras y en interrumpir constantemente las conversaciones ajenas. Afortunadamente, los hermanos Isla consiguieron cansarle y disuadirle de acompañarnos, mediante una mezcla de paradas inoportunas, preguntas capciosas y comentarios agudos.
La amenaza de lluvia se materializa en torno a los 2.500 m, pero llevamos paraguas, y además encontramos cobijo bajo unos grandes bloques rocosos. El ambiente es extraordinario, quiero decir, la mezcla de paisaje, sensaciones, esa lluvia que no nos moja, la conversación que no decae. En una tregua salimos del precario refugio de piedra, pero entonces comienza a llover más fuerte y sostenido. Sin embargo, con los paraguas y poniendo cuidado en la pisada bajamos bien, sin apenas resbalones. De pronto, una salamandra negra y amarilla llama mi atención. También hay algunas rapaces en el cielo.
Ya cerca de la Coume d’Aubesque vemos que alguien nos hace señas desde el umbral de una gruta de hielo atravesada por el agua de una cascada. Deben de ser Carlos y José, pero no vamos a su encuentro. Yo me quedo en las inmediaciones del lac Saussat, donde los caballos siguen pastando, y busco plantas en el matorral subalpino: nada extraordinario, anoto Sorbus chamaemespilus y Huperzia selago. Llego al refugio de Espingo a las 18:30, no demasiado cansado.
Después de cenar prensé el material recolectado entre papel de periódico, y luego lo metí entre un cartón doblado. Aguantó bien hasta casa.
Risas, amigos vacilones, algo de conversación en francés con dos chicas de Toulouse muy parecidas, de pelo corto y nariz respingona (Mylène y Marie-Christine), y otras sensaciones en el anochecer frente al anfiteatro rocoso, verde y azul de Espingo.
Pasé calor tirado en la litera corrida, no hay que llevarse saco a los refugios. Y sin pastilla se duerme mal, estuve oyendo el viento soplar toda la noche.
19 de agosto, miércoles. Partimos valle abajo sobre las 9 de la mañana, sin prisa. Conforme bajamos va haciendo más calor. Hablamos con José de Grecia y la Patagonia, y luego me quedo solo, con las piedras musgosas, los torrentes, los lujuriantes megaforbios, los troncos de las hayas, los helechos y las altas crestas lejanas. Otro día más sube una marabunta de gente hacia el lac d’Oô, muchos niños, perros en brazos para que no se cansen pues padecen del corazón, chicas en sandalias, pescadores con cañas, randonneurs. Tras el mediodía, el sol cae a plomo junto a las Granges d’Astau, la gente se remoja en el río, todas las sombras están cogidas, pero alejándonos un poco todavía pillamos una bajo un espino albar añejo. Agotamos las últimas vituallas y después volvemos a España cruzando tres puertos, el Peyresourde, con sus laderas cubiertas de helechales, Louron-Azet sobre Loudenvielle con su lago y termas y, por fin, larga subida junto a la Neste d’Aure hasta el túnel de Bielsa-Aragnouet y una penúltima parada en Chisagüés. Llegamos a Monzón al filo de la noche.
Llevo un verano de levantarme tarde, pero hoy toca salir a la montaña, a sí que muevo antes que otros días. Ultimo los preparativos, compruebo otra vez si llevo suficiente comida y la ropa necesaria, y que no falten la cámara de fotos, ni la gorra, las botas y los calcetines, o la crema de protección solar. Me ducho y me afeito, desayuno y me cepillo los dientes.
Salimos el 17 a las 9 de la mañana. Aparece ante la puerta de casa Carlos con su Chrysler de gángster y después pasamos a recoger a Toño, que lleva vendado un tobillo. Tomamos rumbo a Graus, y allí pasamos todo el equipaje a la Kangoo de Miguel. José Peyron completa el quinteto. Un grupo variopinto, heterogéneo, de personajes peculiares. Toño ya había vaticinado lo mucho que nos íbamos a reír.
Vamos hasta el valle de Arán por el congosto de Obarra y el puerto de Bonansa. Ya se respira mejor. Alta Ribagorza, puerto de Viella, el túnel. Alguien sugiere desayunar en el parador de Viella. Amplitud, lujo, piscina de anuncio mirando a los verdes montes. Nadie bañándose, aunque sí tomando el sol, el agua debe de estar helada. Blusas y trajes planchados. Llegamos hasta Bossost y allí giramos bruscamente a la izquierda y comenzamos la ascensión al Portillón de Bossost y posterior descenso hasta Bagnères de Luchon. Hay algo de tráfico. La villa de Bagnères luce señorial y rebosa llena de turistas, que a la hora en que la cruzamos ya se afanan en buscar sitio para comer. Miguel sale a comprar un mapa de randonnées y a enterarse del horario de las termas, ya que se baraja la posibilidad de disfrutarlas el último día.
Nos perdemos a la salida de Luchon hacia el col de Peyresourde, aunque a la segunda acertamos. Oportunidad para echar un ojo a la calle principal, sus edificaciones y el ambiente. Pasado Saint Aventin tomamos hacia el pueblecito de Oô, que no sé si significará lo mismo que Eau, puestos a elucubrar, ya que en el grupo hay interés por las etimologías, aunque de ésta no hablamos.
Llegamos a las Granges d’Astau. Hace calor y el aparcamiento está lleno de coches. Sale uno y cogemos sitio a la sombra. Comemos allí mismo; en mi caso, pisto que me he llevado en un bote, queso, un lamín de postre y una lata de cerveza todavía fresca.
Cargamos las mochilas a cuestas e iniciamos la marcha. Hay procesión de gente que se encamina al lago de Oô. Junto al camino hay una capilla dedicada no sé si a Saint Christophe, con un jugoso mensaje pintado con esmero sobre el encalado a los dos lados de la puerta, en occitano y en francés. Dice más o menos así, para quien quiera sentirse aludido: “Si vous êtes un croyant, faites une prière; si non, respectez ce lieu. Et si vous êtes un âne, écrivez ici votre nom pour que chacun qui passe voit que vous êtes passé par ici”. El caso es que la fachada sigue limpia, con su santo pintado y los mensajes disuasorios solamente.
El camino hasta el lago de Oô va ganando altura a través del hayedo-abetal. Muchísima gente, bastante variada. Admiramos un paredón rocoso de colores azufrados y herrumbrosos, con musgos y helechos al pie, y presencia de grasilla en las zonas de goteo, y también Saxifraga clusii. En el bosque no se ve ni un solo boj, pero sí saúco rojo, algún pino albar, Lonicera xylosteum, arándano, helechos, fuentes, Angelica sylvestris, Saxifraga umbrosa, algún Quercus petraea, Hesperis matronalis aún con flor. Ruido de cascadas.
Paramos en el amable refugio “buvette” del lac d’Oô (1.527 m). Lago represado, hay una central hidroeléctrica más abajo. Hasta ese punto suben los suministros con un quad que está aparcado allí mismo, con un bidón de cerveza amarrado. Junto a la casa, un pequeño macizo de flores cultivadas, en el que predominan vistosas “malas hierbas” (Agrostemma githago, Centaurea cyanus, Cosmos bipinnatus). El pico Quaïrat está a la vista. A partir de este punto empiezan las cuestas más en serio y se ve mucha menos gente. Abunda Allium ericetorum entre la brecina, gayuba y arándanos. El hayedo en ladera inclinada sobre el lago, con abedul, es una maravilla, y una alta cascada se derrama al fondo proveniente de los lagos del circo de Espingo.
Plantas anotadas en este tramo (1500-1900 m): Athyrium filix-foemina, Serratula tinctoria, Gymnocarpium dryopteris, Blechnum spicant, Aconitum napellus, Aconitum vulparia, Cirsium palustre, Cirsium rivulare, Cicerbita plumieri, Calamagrostis arundinacea, Filipendula ulmaria, , Crepis paludosa, Succisa pratensis, Lilium pyrenaicum (en fruto), Convallaria majalis (hojas), Carduus carlinifolius, Scabiosa cinerea, Lathyrus laevigatus, Vicia orobus, Salix pyrenaica, Myrrhis odorata, Angelica razulii, Pimpinella major, Molinia caerulea. Comienza el pinar de pino negro con rododendro y arándano. Hacia los 1.800 m, junto a un torrente, viven Saxifraga aquatica, que todavía está en flor, lo mismo que Filipendula ulmaria, Crepis paludosa y Saxifraga stellaris. También se encuentra entre las piedras la crasulácea Rhodiola rosea (en fruto), frecuente hasta los 2.200 m en matorrales subalpinos, entre peñascos silíceos y junto a los torrentes. Ni rastro de Campanula glomerata en todo el camino, me habría gustado coger unas muestras para compararlas con las que he ido recolectando este verano en el Prepirineo y Pirineo españoles, y puntos del País Vasco, algunos junto al mar.
Me lleno la boca de arándanos y frambuesas esperando que Carlos vaya subiendo, al final tiene mal temple. José va jaleándolo y poco a poco nos acercamos al collado. Miguel y Toño ya deben de haber llegado hace rato. El camino está bien pavimentado, un auténtico camino de herradura con losas planas bien colocadas y curvas bien perfiladas, agradable de andar.
Llegamos por fin al refugio de Espingo (1.967 m), muy bien colocado sobre el lac d’Espingo (1.893 m) y cerca de lac Saussat (1.950 m). Son las 19:30 h. Todos se ponen a cenar, incluido Carlos que ya ha recuperado el (buen) temple. Yo tiro de las vituallas que me he subido a las espaldas, ya que los refugios de montaña no suelen tener buenos menús para vegetarianos.
El circo de Espingo es muy hermoso, cerrado a oriente por los picos de Quaïrat y Lézat, en medio está la Tusse de Montarqué y, a la derecha de un collado, nuestro objetivo del día siguiente, el Spijoles (3.067 m) con sus murallones, rematado por el Belloc, otro tresmil. Las cotas bajan hacia occidente. Al fondo, a la izquierda, por detrás del Lézat, asoma la mole del Perdiguero.
Después de la cena, todo el mundo se pone a gozar del paisaje, en solitario o en compañía. Menos el “gardien”, más prosaico, que se dedica a cobrar la cuenta a los que dejarán el refugio a la mañana siguiente. También hay quien se pone a echar una partida de juegos de mesa. El guarda, un tipo algo canoso, de ojos azules y cara de niño, que habla español, según dice, porque estuvo tres años trabajando en el refugio del Aconcagua, nos advierte que hay previsto riesgo de lluvia para el día siguiente, se ve que suele llover casi todas las tardes, a veces durante varias horas. Y no se equivocará.
Amanece despejado y ventoso el 18, martes. He dormido razonablemente bien, gracias sobre todo a la pastillica que me pasó Toño, que lo tiene bien claro a la hora de dormir en los refugios. Siempre ocurre que hay algún roncador, o alguien con pesadillas, o hace calor. Alguna de las tres cosas, o todas juntas, no falla.
Partimos cara arriba a las 8 de la mañana, no es que sea un madrugón, tampoco hace falta, pues volveremos a dormir en el mismo refugio a la noche siguiente. Carlos se queda, prefiere algo más relajado que estar andando 8 o 9 horas. Los caballos pastan junto al lac Saussat. Por allí se ven unas matas en flor del brezo en cruz (Erica tetralix), indicador de suelos higroturbosos ácidos, en medio de la mucho más abundante brecina (Calluna vulgaris). También hay Juncus bulbosus. José, con el tendón de Aquiles tocado, llega sólo hasta la Coume d’Aubesque (2.170 m), donde se separan los caminos del Portillon d’Oô y el Spijoles, cuyos farallones graníticos se yerguen en lo alto, muy arriba.
Ascendemos los tres, Miguel, Toño y yo, entre graderíos rocosos, pastos de Festuca eskia y matorrales subalpinos. Quedan pocas flores a estas alturas del verano; además, ovejas y sarrios van despuntando la hierba. Voy recolectando algunas plantas, Poa minor (creo), a 2.500 m, y una Festuca que todavía tengo que estudiar. Campanula scheuchzeri es casi la única nota de color. No hay sorpresas botánicas: un poco lo de siempre.
Entramos en zona de bloques y roquedos pulidos por la acción de glaciares pretéritos. Consigo fotografiar un acentor alpino que se acerca lo bastante. Quedan algunos neveros y un lago “gelé” con bastante hielo flotante todavía, a unos 2.800 m de altitud. Nos adelanta una pareja de vascos, chico y chica, que van ligeros, justo antes de una de las dos chimeneas fáciles que hay que salvar antes de ganar la cumbre. Llegamos sin problemas a la cima después de unas 4 horas y media. No es un tresmil demasiado visitado. Sin embargo, el panorama es superior, sublime: enfrente, el Gourgs Blancs con su satélite Jean Arlaud, y el Gourdon, el Seilh y Cap de la Bacque, con sus manchas residuales de hielo sucio y agrietado; los picos del Portillon d’Oô, Perdiguero, Royo, Punta Lliterola, Crabioules, Lézat y Quaïrat. Detrás del Gourgs Blancs aún asoma el Posets, y por el puerto de Oô algunos picos del valle de Estós, como Bardamina e Ixea. Al fondo, al sur, se ve lejano el Cotiella, tan irreal nos parece como el calor que quedó atrás en España. Al oeste, Bachimala y Culfreda. En la distancia, Néouvielle, Midi de Bigorre, Vignemale. Y cuencas lacustres rellenas de azul, Caillauas, Isclots, Milieu, Saussat, Gelé. Un helicóptero no cesa de zumbar en el aire de aquí para allá, al parecer haciendo un rescate, o simulacro.
El cielo se va cubriendo y hay cierta prisa por descender. Sin embargo, yo me demoro anotando las plantas de la cumbre, donde busco en vano la minúscula Draba fladnizensis, que encontré hace años en cumbres cercanas, el Seilh y el Royo-Lliterola. Éstas son las 20 especies que vi, entre bloques de esquisto y granito: Ranunculus glacialis, Poa laxa (abundante), Poa alpina, Luzula hispanica, Linaria alpina, Saxifraga bryoides, S. pubescens iratiana, S. moschata, Sedum alpestre, Armeria bubanii, Leucanthemopsis alpina, Erigeron uniflorus, Phyteuma hemisphaericum, Cardamine bellidifolia alpina (abundante), Minuartia sedoides, Festuca cf. glacialis, Silene acaulis, Cerastium alpinum, Carex curvula, Agrostis rupestris.
Y entre 2.990 m y 3.050 m: Draba carinthiaca, Thymus cf. nervosus, dos especies de Alchemilla, una de lámina foliar muy hendida y plateada por debajo y la otra menos hendida y algo glauca, Cerastium alpinum, Gentiana alpina, Trifolium alpinum (a 3.020 m, récord de altitud para este trébol en el Pirineo, pues en el aragonés ha sido observado “sólo” hasta 2.850 m y en el catalán a 2.800 m), Juniperus communis subsp. alpina, Euphrasia minima (flor blanca), Polystichum lonchitis, Potentilla nivalis, Veronica alpina, Sibbaldia procumbens, Arenaria moehringioides, Dryopteris cf. expansa, Doronicum grandiflorum (la planta más vistosa a esta altitud), Carex curvula y Carex parviflora.
Entre 2.900 y 3.000 m (cara sur): Poa cenisia (abundante), Luzula alpinopilosa, Mucizonia sedoides, Sedum alpestre, Geum montanum, Carex pyrenaica, Omalotheca supina, Murbeckiella pinnatifida, Euphrasia minima (amarilla), Pedicularis kerneri, Selinum pyrenaeum (forma enana), Primula integrifolia, Armeria alpina, Epilobium anagallidifolium. Carex sempervirens sube hasta 2.850 m, y el helecho Athyrium distentofolium también llega bastante arriba.
En la cumbre y parte del descenso se nos unió un tipo grotesco, en calzones y sombrero de paja, interesado sólo en narrar sus hazañas montañeras y en interrumpir constantemente las conversaciones ajenas. Afortunadamente, los hermanos Isla consiguieron cansarle y disuadirle de acompañarnos, mediante una mezcla de paradas inoportunas, preguntas capciosas y comentarios agudos.
La amenaza de lluvia se materializa en torno a los 2.500 m, pero llevamos paraguas, y además encontramos cobijo bajo unos grandes bloques rocosos. El ambiente es extraordinario, quiero decir, la mezcla de paisaje, sensaciones, esa lluvia que no nos moja, la conversación que no decae. En una tregua salimos del precario refugio de piedra, pero entonces comienza a llover más fuerte y sostenido. Sin embargo, con los paraguas y poniendo cuidado en la pisada bajamos bien, sin apenas resbalones. De pronto, una salamandra negra y amarilla llama mi atención. También hay algunas rapaces en el cielo.
Ya cerca de la Coume d’Aubesque vemos que alguien nos hace señas desde el umbral de una gruta de hielo atravesada por el agua de una cascada. Deben de ser Carlos y José, pero no vamos a su encuentro. Yo me quedo en las inmediaciones del lac Saussat, donde los caballos siguen pastando, y busco plantas en el matorral subalpino: nada extraordinario, anoto Sorbus chamaemespilus y Huperzia selago. Llego al refugio de Espingo a las 18:30, no demasiado cansado.
Después de cenar prensé el material recolectado entre papel de periódico, y luego lo metí entre un cartón doblado. Aguantó bien hasta casa.
Risas, amigos vacilones, algo de conversación en francés con dos chicas de Toulouse muy parecidas, de pelo corto y nariz respingona (Mylène y Marie-Christine), y otras sensaciones en el anochecer frente al anfiteatro rocoso, verde y azul de Espingo.
Pasé calor tirado en la litera corrida, no hay que llevarse saco a los refugios. Y sin pastilla se duerme mal, estuve oyendo el viento soplar toda la noche.
19 de agosto, miércoles. Partimos valle abajo sobre las 9 de la mañana, sin prisa. Conforme bajamos va haciendo más calor. Hablamos con José de Grecia y la Patagonia, y luego me quedo solo, con las piedras musgosas, los torrentes, los lujuriantes megaforbios, los troncos de las hayas, los helechos y las altas crestas lejanas. Otro día más sube una marabunta de gente hacia el lac d’Oô, muchos niños, perros en brazos para que no se cansen pues padecen del corazón, chicas en sandalias, pescadores con cañas, randonneurs. Tras el mediodía, el sol cae a plomo junto a las Granges d’Astau, la gente se remoja en el río, todas las sombras están cogidas, pero alejándonos un poco todavía pillamos una bajo un espino albar añejo. Agotamos las últimas vituallas y después volvemos a España cruzando tres puertos, el Peyresourde, con sus laderas cubiertas de helechales, Louron-Azet sobre Loudenvielle con su lago y termas y, por fin, larga subida junto a la Neste d’Aure hasta el túnel de Bielsa-Aragnouet y una penúltima parada en Chisagüés. Llegamos a Monzón al filo de la noche.