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"El paisaje cercano lo consolaba tanto como a otros les consuela la religión o la música". Robert Macfarlane, The Old Ways

miércoles, 4 de febrero de 2009

Punta Suelza 2



                                                   Primula hirsuta

Diversos paisajes del macizo de Punta Suelza, incluida la vista de la montaña desde Punta Fulsa con el ibón del Cao en el fondo de la cubeta entre los dos montes. Los ibones de Barleto, en junio, todavía helados, y en octubre, a punto de volverse a helar.

La narración solsticial de la excursión de ese día:

Hoy, 13 de junio, día de elecciones europeas (ya voté por correo hace días) no voy solo. Salimos hacia Chistau a las 7 de la mañana Antonio Campo, Fernando Baranguán, Manolo Castillo, José Murciano y yo, y después recogemos a Miguel Ortega camino de la montaña, en El Chopo de Enate.
Encima del pueblo de Sin, cerca del albergue, hay un gran abarrancamiento con laderas de piedra fina y móvil donde arraiga con éxito la bellísima Campanula speciosa, ahora en flor. Al empezar a dar tumbos por la pista que lleva a Señes y luego hacia la Cruz de Guardia, se me ocurre que esta vez espero que no haya nieve en la parte alta y podamos llegar hasta Pardinas sin contratiempos. La flora de esta zona soleada del valle de Chistau, a unos 1300 m de altitud, contiene elementos de carácter mediterráneo como la “chunqueta” (Aphyllanthes monspeliensis) y Saponaria ocymoides, que forman manchas de color azul y rosa entre las almohadillas espinosas del erizón, que aún no ha empezado a florecer. Un poco más adelante, al atravesar el pinar, un “esquiruelo” (ardilla) cruza el camino. Los prados de siega de la Comuna, con sus bordas -unas mejor conservadas que otras-, están de verdes y jugosos que da gozo verlos. Después de vadear el barranco del Mon, empiezan las areniscas rojas y la pista asciende curva tras curva por los pastizales, hasta pasar junto a la fea pantalla de Telefónica. En este tramo destacan las matas postradas de Daphne cneorum, una de las plantas protagonistas de este día, en su caso por el olor dulzón que nos acompañó durante toda la excursión, así como las hermosas alfombras azul cielo de los nomeolvides (Myosotis alpestris).
Cerca del collado de la Cruz de Guardia, en una bifurcación, las posibilidades de llegar en coche hasta la cabaña de Pardinas se esfuman de pronto. Hay una nueva señal, colocada este año, que prohibe el acceso. Queda la opción de seguir y arriesgarse a la multa, pero decidimos dejar los coches es ese punto. Desde luego, para la próxima vez habrá que solicitar permiso.
El día es fresco y a ratos corre un aire que nos deja helados. Aun así, hay que ponerse protector solar. Empezamos la marcha, con ganas, entre pastos salpicados por incontables ranúnculos blancos (Ranunculus amplexicaulis), todo un espectáculo. Sobre el collado (2120 m), la loma descarnada por el viento constante alberga las siguientes plantas:

Rumex acetosella, Erysimum seipkae, Lotus alpinus, Scleranthus perennis, Sempervivum montanum, Euphorbia cyparissias,
Androsace vitaliana, Androsace villosa, Plantago monosperma, Linaria alpina, Antennaria dioica, Merendera montana (hojas).

Las dos primeras y la última son nitrófilas y ponen de manifiesto el secular trasiego del ganado.
Uno no se cansaría nunca de admirar el paisaje desde este punto privilegiado de los Pirineos aragoneses: profundos valles encajados labrados por los glaciares, crestas nevadas, acantilados y gleras, bosques y sierras lejanas. Nos quedan unos 2 Km hasta la cabaña de Pardinas. Los taludes sobre la pista nos deparan más alegrías florísticas: a destacar el espinoso y postrado Astragalus sempervirens, la abundancia de Linaria alpina (de hermosas flores con labios morados y garganta anaranjada), los azules de las gencianas (Gentiana verna y Gentiana acaulis), contadísimos ejemplares de las “petaderas” amarillas (Narcissus bicolor) y, sobre todo, los miles de ejemplares de la flor del viento (Pulsatilla alpina subsp. fontqueri) que cubren las empinadas laderas de abajo a arriba. Su abundante pilosidad brilla a contraluz en esta maravillosa mañana pirenaica. De haber hecho este tramo en coche, sin duda la contemplación de esta comunidad de floración vernal tras la fusión de las nieves habría sido más fugaz, menos intensa. Quiero reivindicar aquí el ir despacio por la montaña, que favorece sin duda la observación y el disfrute calmado.
Salta una collalba que emprende rápido vuelo hasta una peña cercana. En el suelo pedregoso de la orilla de la pista crecen entre otras, Vicia pyrenaica, Oxytropis amethystea, Murbeckiella pinnatifida y la acedera Rumex scutatus, de hojas comestibles con sabor avinagrado.
Sigue fresca la mañana, con viento. Estamos cerca de Pardinas y hay movimiento junto a la cabaña, varios vehículos. Estoy haciendo una foto de los amentos de un Salix pyrenaica que coloniza el talud cuando oigo que alguien que sale un todo-terreno me pregunta con tono severo que si tengo permiso para tomar fotografías. No me da lugar ni a abrir la boca. ¡Resulta que son gente que conozco! Son seteros del Grupo Micológico de Binéfar y me han reconocido pues estuve con ellos el 2 de mayo en San Quílez contándoles cosas sobre la flora de allí. Cuentan que han pasado la noche en el refugio pues uno de ellos es primo de alguien de Sin. Se ve que el día anterior tuvieron que retirar muchas piedras caídas en la pista para poder llegar.
Reemprendemos la marcha. Todavía quedan aquí algunos ejemplares en flor de Tussilago farfara y Saxifraga oppositifolia. Tomamos la dirección de Barleto atravesando el torrente que corre a los pies de la cabaña. Destaca la característica orla de plantas higrófilas dominada por Caltha palustris, la hierba centella llamada así por el destellante amarillo rabioso de sus flores. Revolotean las “ortigueras” (Aglais urticae), con la planta nutricia de sus orugas bien cerca, a los pie de otra cabaña cercana derruida. Bajo el cercano abrevadero de hormigón, ahora vacío, hay una turberita con las siguientes plantas asomando del musgo empapado: Stellaria alsine, Cardamine raphanifolia, Leontodon duboisii, Ranunculus repens y Veronica beccabunga. No me había fijado antes en ella, pues en verano esta zona está totalmente pateada por las vacas y es imposible ver nada.
Llegamos a la cabaña con piedra del dintel labrada (el “petroglifo” ya comentado en otra excursión) y dentro alguien descubre un nido con pollos, aunque partimos pronto sin saber a qué especie pertenecen. Estamos a unos 2200 m. Las preciosas Papilio machaon vuelan veloces por las laderas, y la cuesta se hace más llevadera con varias paradas para observar la flora: Rhamnus pumila, siempre sorprendente por su modo de crecer pegado al roquedo, lo mismo que Globularia repens, especie más típica de las calizas. Aquí escasea la jarilla Helianthemum nummularium, mucho más frecuente en los pastos del Mesobromion de muchos montes del Prepirineo. Y también vemos Saxifraga granulata, que siempre agradece un poco de suelo estercolado por el paso del ganado.
El pequeño Licénido Cupido minimus o Duende Oscuro es frecuente y fácil de identificar, a pesar de que destaca poco por su colorido discreto, marrón en la parte superior de las alas, con algún reflejo azulado. Su planta nutricia, Anthyllis vulneraria, abunda en estos pastos pedregosos.
El olor algo dulzón de la “flor de pastor” llena el aire. Abunda en todo el macizo de Suelza, lo mismo en suelos desprovistos de cal como en los que la contienen. La endémica Androsace laggeri puede pasar desapercibida, pero a inicios de la primavera del piso subalpino, con pocas flores todavía, las suyas rosadas y con la garganta amarilla se dejan querer por nuestros ojos curiosos, eso sí, mejor cerca del suelo, a cuatro patas.
Las cicindelas (Cicindella campestris), también llamadas escarabajos tigre por ser voraces depredadores, han salido de caza. Con sus élitros verdes moteados de blanco y negro, sorprenden además por su vivacidad y en su búsqueda de presas se desplazan con una sucesión de carreras y cortos vuelos. Los colirrojos vuelan de piedra en piedra, siempre buscando oteaderos que sobresalgan del paisaje.
Llegamos al hombro situado encima de Pardinas, a unos 2400 m de altitud. Aquí volvemos a encontrar, en medio de los pastos de Festuca eskia, unas parcelas con una vegetación mucho más rala adaptada a la crioturbación del suelo pronto desprovisto de la protección de la capa nivosa y batido por fuertes vientos. Domina Androsace vitaliana subsp. vitaliana, con sus cojinetes cuajados ahora de flores de color amarillo limón. También encontramos Minuartia sedoides, Gentiana alpina y algunos líquenes.
Desde este collado ya se ve hacia el NW el desagüe del ibón inferior de Barleto. La caminata hasta allí se hace más llevadera. En las rocas bajo el lago abundan dos bellas Primuláceas, Androsace pyrenaica y Primula hirsuta, la primera forma cojinetes cuajados de florecitas blancas y la segunda tiene flores de color rosado tirando a púrpura, con cinco lóbulos escotados. Vemos algunos sarrios y superamos el último trecho de la senda que lleva a los ibones. El espectáculo del ibón helado, pero con algunas zonas desheladas y muchas grietas, con mezcla de tonos azul pálido y blanco, es magnífico. En las rocas admiramos Saxifraga bryoides, S. pubescens subsp. iratiana (ambas de flor blanca con manchas amarillas o rojizas) y Androsace vitaliana (flor amarilla). Punta Suelza está bien nevada todavía, aunque en las zonas más escarpadas aflora el roquedo.
Comemos bajo el tibio sol de junio, admirando el majestuoso panorama hacia el sur. Qué maravilla.

5 comentarios:

  1. Gracias Vicente por estar ahí (AQUÍ*) de nuevo.

    Respecto a esa bonitas flores que hoy NOS propones..., yo personalmente me tomo 48 horas para "estudiarlas", así, además, damos maja opción a otros.

    Por otra parte, aprovecho de nuevo para mostrar datos de un RECUERDO.
    Foto de P. Suelza en una de tus fotos, tomada desde Punta Fulsa (2850m.): su honda y pelada cubeta (esas rojas paladas de esquistos) con el lago del Cao a sus pies, en el que ya mismo la mirada de los espacios abiertos bebe sola (soleada y desolada), pero con amor verde-oscuro, puro de agua y deseo duro en su sed, fresco y seguro.-
    a) Ya dejé constancia en otra entrada aquí en el blog, que P. Fulsa la hicimos con Toño I., Ricardo A. y Plácido Solans a finales de los años setenta (siglo XX).
    b) Y, contigo Vicente y con Toño I. subimos también a esta P. Fulsa, desde el lago de Ordiceto, el 28 de Julio de 1998.
    Sólo es esto. Que en compañera miga conste.

    BUENAS*NOCHES

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  2. JOSE Mª MARCO:

    puede ser una " PRIMULA INTEGRIFOLIA "?.

    Que siga el juego.

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  3. Pues es una Primula, pero no la integrifolia. A seguir dándole a la cabeza, ¡ánimo!
    José Vicente

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  4. JOSE Mª MARCO:
    Veo ampliando tu foto que las hojas no tienen el borde liso (mas bien festoneado) como la integrifolia, entonces la primula hirsuta (segun tu escrito). Aunque la integrifolia nace con las mismas condiciones climatologicas y de altitud ¿no?.
    Un saludo.

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  5. Bueno, José María, pues has dado en el clavo. Primula integrifolia es más bien de neveros, umbrías, bordes de torrente y cresteríos en los pisos subalpino y alpino. Y Primula hirsuta vive en roquedos umbríos en suelo pobre en cal.
    A ver si las vemos en el monte. Gracias por los comentarios.
    José Vicente

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