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"El paisaje cercano lo consolaba tanto como a otros les consuela la religión o la música". Robert Macfarlane, The Old Ways

lunes, 16 de febrero de 2009

El encofrador artista


Hojas de higuera en el pasadizo de la torre de Pubill de Baldellou.


Ahora, la narración de la ruta según aparecerá en la guía de La Litera de la Red Natural de Aragón
Iniciamos la ruta al comienzo de la pista (1) que lleva a la ermita de los Mártires. Yesos y ofitas pronto dan paso a calizas en esta ladera orientada al norte. El camino atraviesa campos de almendros y zonas con quejigo (Quercus faginea), carrasca (Q. ilex), sabina negral (Juniperus phoenicea), chinebro (J. oxycedrus) y boj (Buxus sempervirens). Nuestro paso espanta de vez en cuando algún mirlo que oímos entre los zarzales de la cuneta, y a la salamanquesa común que desaparece por un hueco de un muro. Merece la pena prestar atención a las hierbas y matas del borde del quejigal, entre las que cabe citar la chunqueta (Aphyllanthes monspeliensis), más Genista hispanica, Staehelina dubia, Cephalaria leucantha, Catananche caerulea o Seseli montanum. Algunas serberas (Sorbus domestica) salpican el bosque.
Tras algunos zigzagueos de la pista, que va ganando altura, se continúa por la umbría del Volterol hacia La Collada, al pie de unos pequeños cantiles calizos, atravesando una zona boscosa donde aparecen Acer monspessulanum, Viburnum lantana, espárrago silvestre (Asparagus acutifolius), coscollina (Rhamnus alaternus) y rusco (Ruscus aculeatus), más algunas hierbas como Buglossoides purpurocaerulea y orquídeas como Cephalanthera damasonium, en las zonas musgosas más sombrías. En estos parajes no es difícil vernos sorprendidos por alguna rabosa u observar el suelo removido por los jabalíes.
Antes de alcanzar La Collada vemos unos cuantos ejemplares añosos de quejigo a la derecha de la pista y enseguida llegamos a un cruce de caminos en lo alto de la loma, a 760 m de altitud (2). Seguimos al frente, bordeando un campo. En los restos de monte que no han sido labrados queda arbolado disperso, zonas de matorral, fundamentalmente coscoja (Quercus coccifera), con enebro (Juniperus communis) y pastizales de suelos pedregosos donde, entre matas de Lithodora fruticosa, salvia y ajedrea, crecen otras especies muy resistentes a la sequía estival y a la crioturbación edáfica en invierno-primavera, como Lomelosia pulsatilloides subsp. macropoda, un endemismo del Prepirineo centro-oriental, más Helianthemum oelandicum, Euphorbia flavicoma, Thymelaea pubescens, Inula montana y Globularia vulgaris.
Un poco más adelante encontramos un desvío señalizado a la izquierda (3), que conduce a Camporrells, se trata de la PR 116, señalizada con marcas amarillo/blanco. Nuestra ruta seguirá por allí, pero antes merece la pena acercarse hasta la ermita de los Mártires, muy bien emplazada en lo alto de un promontorio distante sólo unos cientos de metros de fuerte subida. A esta ermita, dedicada a los santos mártires Abdón y Senén, patronos de la agricultura, se sube de romería el primer domingo de septiembre. En los alrededores crecen plantas termófilas, como escambrón (Rhamnus lyciodes), Telephium imperati o romero, y en los roquedos de la umbría las endémicas oreja de oso (Ramonda myconi) y Linaria bubanii.
A partir de este punto, toda la ruta que sigue es prácticamente de bajada. Volvemos al ramal que conduce hacia Camporrells. La senda nos lleva por una ladera rocosa al principio, arbolada después, entre fajas abandonadas colonizadas por sanguiño (Cornus sanguinea), aliaga, madreselva, Silene nemoralis, Arabis turrita, Alyssum serpyllifolium, más Centaurea emigrantis y el clavel Dianthus costae. En esta zona y otras a lo largo del recorrido reaparecen los yesos con arnall (Ononis tridentata). Tras desechar dos desvíos a la izquierda, giramos a la derecha junto a unas casetas de campo (4). Estamos ya cerca del curso del arroyo del Molino, que se adivina por los altos chopos lombardos que jalonan su recorrido. Las marcas de señalización serán en este tramo de color naranja/verde.
Nos dirigimos al congosto de Baldellou bordeando algunos campos y setos arbolados, donde podemos ver volar jilgueros, verdecillos, pardillos o pinzones. Después entramos en un quejigal que crece en un afloramiento de oscuras ofitas. Los páridos (carbonero, herrerillo o mito) son fieles a este ambiente nemoral, lo mismo que la gineta, garduña y comadreja. Conviene andar alerta con las señales, sin perder la senda, que a ratos está poco clara. En otoño, en los claros encontramos en flor el llamativo hisopo (Hyssopus officinalis). Poco más adelante se cruza el arroyo, después una chopera y se accede enseguida a la carretera, donde la ruta está señalizada con marcas amarillo/verde (4).
Caminamos con cuidado por esta vía poco transitada. Si levantamos la vista seguramente distinguiremos un bando de buitres leonados planeando allá en lo alto. El ambiente es fresco y la flora nos depara sorpresas a cada paso. Entre las plantas de los paredones rocosos sobresalen el té de roca (Jasonia saxatilis), los zapatitos (Sarcocapnos enneaphylla), el morro de bou (Antirrhinum molle) y Globularia repens. En rellanos y al pie de los paredones viven Ephedra major, Lavatera maritima, Hesperis laciniata y Plumbago europaea, mientras cerca del agua no faltan el fresno de hoja estrecha, arce campestre, malvavisco, dulcamara o lúpulo. El avión roquero ubica sus nidos en los extraplomos de estos cinglos rocosos. Pasado un túnel (5), se toma de nuevo a la derecha la senda marcada, que baja hasta el Salt de la Tosca y continúa luego entre matas de pudimal (Sambucus ebulus), Althaea cannabina, zarzas y tamarizas. Los pliegues rocosos son muy llamativos, con estratos de conglomerado casi horizontales en discordancia angular sobre las calizas plegadas, más antiguas. Una paloma torcaz levanta el vuelo con estrépito y se oye graznar a las cornejas y chovas piquirrojas. Si hay suerte podemos avistar además al roquero solitario, de tonalidades azules o, en invierno, al treparriscos con su vuelo de mariposa. La avifauna es variada y se completa con gavilán, azor, milano real, busardo ratonero y las águilas calzada y culebrera. El pinar de pino carrasco con lentisco y coscoja cubre las laderas rojizas de la solana; por su parte, en el fondo húmedo del congosto dominan Celtis australis y el álamo blanco (Populus alba). En la umbría el bosque es un carrascal con quejigo, salpicado de púdol (Pistacia terebinthus) y leguminosas arbustivas como el espantalobos (Colutea arborescens) y Cytisophyllum sessilifolium.
El camino en este tramo está marcado con señales amarillo/verde y flechas rojas. Pronto llegamos al pequeño embalse (6), rodeado de vegetación palustre –con caña pita, anea y lirio amarillo- y en el que viven algunas plantas acuáticas, como Ranunculus trichophyllus. Entre los anfibios se han citado cuatro especies: rana común, sapillo moteado, más los sapos común y corredor. También hay culebra viperina. En algunas repisas rocosas próximas crece el poleo blanco o herba de Sant Salvador (Micromeria fruticosa), muy aromático y en flor para septiembre.
Bajo el desagüe del embalse viene la parte más espectacular del congosto. Las paredes rocosas se aproximan entre sí y, entre litoneros, higueras y olivetas (Phillyrea latifolia), hiedra, petiquera (Clematis vitalba) y boj, en un ambiente fresco y frondoso, la senda nos lleva rápidamente hacia el tramo final, que salvamos fácilmente por una serie de escaleras entre pequeñas cascadas. A partir de este punto el agua del congosto es desviada hacia una acequia, mientras el cauce permanece seco excepto en los períodos lluviosos.
No nos resta sino continuar durante unos 600 m por una pista entre chopos, saúcos y los omnipresentes litoneros, mientras el congosto se abre paulatinamente al valle de Baldellou. Pasamos bajo un acueducto y aquí puede terminar nuestra ruta a pie, si hemos dejado un coche en este punto (7). Muy cerca veremos una señal de la GR 23, que se dirige hacia Camporrells y Nachá por otro camino. Hasta Baldellou quedan sólo 1,4 Km y, para redondear la excursión, proponemos un paseo con tranquilidad por las calles de este pueblo coqueto tan bien conservado, con su gran torreón y sus casas adornadas de blasones y engalanadas con tiestos.

6 comentarios:

  1. "EL OJO QUE todo LO VE". Interesante reportaje, como no podía ser menos.
    GRACIAS VICENTE

    Y aquí el ojo que ni mucho menos lo ve TODO (ya sea porque no sabe "ver" o porque no está por la faena de querer ver cuando hay que ver, y en ese VER -en su necesario buen MIRAR- que incluye al querer oír -en su necesario buen ESCUCHAR-). Y todo esto, para sacarme de la manga de mis dudas la siguiente cuestión que -TE- planteo, al placer de lo "plantero":
    a) A la Sambucus ebulus ("pudimal") que mencionas en el texto, cabría considerarla como "saúco"?; o dicho de otro modo: ¿siempre que digamos saúco habrá que entender que nos referimos a Sambucus nigra?
    b? La fotografía que has colgado en tu última entrada (segunda de arriba a la derecha, junto a la de Buxus sempervirens -BOJ- a la izqierda), es entonces Sambucus nigra, ... ¿sí?


    Hasta*aHora

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  2. Sambucus nigra es el saúco y el de mi foto, Sambucus ebulus, el pidimal, brota todos los años como hierba a partir de un rizoma subterráneo. Mira en el enlace:
    http://www.ipe.csic.es/floragon/ficha.php?genero=Sambucus&especie=ebulus&subespecie=&variedad=
    JV

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  3. Toma nota Vicente, gracias.

    En todo caso, como veo en web de Flora Aragón, el Sambucus racemosa (el de los valles de alta montaña, ese que arraiga tan pegado y "aplastadillo" ahí en los bloques de piedra) ya cabría tratarlo más como saúco, al menos desde familiar primera y directa vista: "saúco rojo" le dicen, y saúco te he oído decir a tí en más de una ocasión.

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  4. Sambucus racemosa arraiga entre los bloques de piedra en el piso montano y algo del subalpino, pero no es aplastadillo, le da bastante aire al saúco normal, pero es de frutos rojos y con otras diferencias
    JV

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  5. Creo me tendras que prestar tus gafas de "atender", a todo lo que se pone delante de nuestros ojos. Pensar que realice el trayecto que describes con vosotros y no caí en muchas de las plantas, arbustos y pajarillos que comentas en este relato; es una gozada. Saludos,.

    Jose Mª

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